Ayer fue mi último día trabajando en Nebraska, ese sitio que en verdad no se llama así, pero que a buen entendedor, pocas palabras bastan...En marzo habría hecho ya 4 años allá ¡y vaya 4 años!
Al principio con un gran complejo del impostor y muuuy lejos de la calidez que había dejado en mi anterior curro; justo el día que hice un año nos confinaron y cuando volvimos, 6 meses más tarde, ya nada volvió a ser como antes... la calidez empezó a llegar y el complejo del impostor a irse, los alumnos también fueron volviendo, pero poco a poco...
Y empezó a brotar en mí la semilla de la docencia ¡de alguna manera tenía que sentirme sociólogo! y justo cuando me metí en el máster para ser profe [y ya van 3 másters] todo mi círculo de confianza en la oficina desapareció: cuando más dentro y comprometido estaba yo allí.Poco a poco fueron llegando caras nuevas, a las que intenté siempre recibir con calidez, incluso hubo una compi llegó y se fue... pero yo ya estaba enfocado, enfocadísimo, en acabar ese dichoso máster y, por fin, hacer que un máster ¡y una licenciatura! contara [en lo laboral].
Y llegó este último otoño, donde compatibilicé mi labor de simpático con mis 3hrs de clase a la semana; un regalito que no me gustaría dejar, pero lo dejo, porque dejo Nebraska; me han fichado cuál Dani Alves del Sevilla al Barça o Fernando Torres del Atleti al Liverpool ¿Por qué no me salen ejemplos más actuales? qué viejo voy siendo ya...
Pero de eso ya hablaremos en una 3ª entrada, porque la anterior publicación ya cuenta; de momento cierro una etapa y, cómo ya decía cuando llegué a Nebraska: ya nada volverá a ser como antes... me estoy haciendo una carrera en este mundo de guiris (ya que no me voy muy lejos) y me está gustando: se me da muy bien [por eso me fichan].
Gracias a Nebraska por la confianza depositada, y mantenida, en estos 4 años; por darme la estabilidad que no había tenido hasta entonces, librarme de la muerte laboral/pandémica, por enseñarme una profesión y de ahí, yo una vocación.